No es por nada Ryoho pero tu traduccion tiene algunos detalles en la coherencia

... Aca pongo el capitulo ya terminado y un poco mejor. De todos modos muchas gracias por tomarte el trabajo de hacerlo...
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Capítulo 2: Allanamiento.
El Arc-Kadia dibujaba grandes círculos alrededor del palacio de Bramamir, dejando detrás de él dos enormes estelas de humo recto que salia de sus dos imponentes motores. Luego el buque disminuyo su altura, al principio imperceptiblemente luego cada vez más, finalmente se detuvo al nivel del balcón de la oficina del gobernador. Al la Triste seguida por el comandante Malderez y de otras dos personas que retenían al Extranjero que ahora se encontraba encarcelado por los célebres piratas que se precipitaron por la apertura antes de que el Arc-Kadia partiera. En el interior la oficina parecía abandonada, pergaminos sellados esperaban prudentemente sobre la oficina para que alguien los leyera. La Almirante ordeno a Malderez que los recogiera, se ocuparía de ellos en el momento debido. Pero por el momento tenía cosas mejores que hacer, tenía en su poder al que llamaban el Extranjero, buscado por todas los gremios y para el que una suma fuerte fue ofrecida por el Consejo. ¿Pero que estaba esperando? ¿Por qué directamente no había tomado rumbo al castillo de Kaes para entregar el prisionero? Esto no era por costumbre, era por codicia o como deberíamos decir la posibilidad de tener su parte de pastel, o el pastel entero y todo lo que motivaba a nuestra codiciosa Almirante. Tenia un plan "piratesco " concienzudamente pensado para reflexionar sobre él entre dos tragos de un alcohol sacado de destilería dudosa. El Extranjero tenía un valor, el primero de los primeros, pero por otro lado, ¡Esta persona resultaba ser un equinocciano! Y según los informes del Consejo, todavía existían vestigios de esta civilización y por lo tanto potenciales tesoros escondidos. Esto bastaba para motivar a Al la triste que desde hace algún tiempo ya se aburría. Una pequeña estafa era una buena perspectiva para un pirata honrado.
La tropa humeó con destino a las cárceles en lo sucesivo atestadas de políticos agusanados del antiguo régimen. Una sesión de limpieza de celdas más tarde el Extranjero se encontró de nuevo encerrado.
-No vamos a cometer los errores de los dracónicos Extranjero, vas a estar bajo una vigilancia estrecha. Y no pienses utilizar ningún poder mágico.
-Nadie me retendrá, crea en mí.
-Ya veremos, buenas noches Extranjero, mañana discutiremos sobre su futuro.
En la prisión, los ronquidos de concierto de los numerosos pensionistas mantenían despierto a Malderez que se encontraba allí para vigilar al recluso. Era este un castigo que el comandante aceptaba, resignado y siempre despechado de haber perdido su propio buque. Malderez y el Extranjero ya habían pasado más de tres horas mirándose uno a otro en un duelo de miradas. Luego cansado, Malderez se ocupó de desmontar su arma para limpiarle un poco. No sospechaba un instante que del lado del Extranjero sucedía algo. Fuera, sobre los tejados una silueta se desprendía, apenas alumbrada por los rayos de la luna casi plena. Las formas traicionaban la naturaleza femenina de este ladrón que escalaba las casas. La joven mujer, tan ágil como un gato llegó en pocos segundos al tejado de la torre-prisión de Bramamir. El trozo de una cuerda larga cayó justo debajo de la ventana con barrotes de la celda del Extranjero, luego la joven mujer se agarró a la cuerda antes de dejarse resbalar. Veló no hacer el menor ruido. Una vez que llego al final hizo un nudo para poder conservar una mano libre. En el interior ni el Extranjero ni Malderez se daban cuenta de la presencia de la ladrón que escalaba las casas. Sacó provecho de eso entonces para poner en ejecución su plan. Revolvió su bolsa y sacó dos cristales planos de color azul. Discretamente golpeó suavemente sobre uno de los barrotes para llamar la atención del Extranjero, éste levantó la cabeza y vio a la joven mujer con un dedo puesto sobre su boca para decirle que guardara silencio. El prisionero prestó atención en ella, y esta le tendió uno de los discos. Helena puso la mano sobre el cristal que se había dejado viendo que el Extranjero tenía el suyo.
-Cuida este cristal, nos permite hablar mentalmente mientras mantengamos contacto con este.
-¿Quién eres?
-Me llamo Helena, soy tu billete de salida por lo menos si cooperas, que como pienso, será el caso.
-Te escucho.
-No formo parte de ninguna organización, soy independiente. He dedicado mi vida a encontrar los restos de nuestro pasado y su caso me interesa. ¿Eres equinocciano no? Conozco un trozo sobre tu historia y reconozco que busco reliquias de tu civilización. ¿Acaso hay este estilo de reliquias en Tierra de Guem?
-¿Por qué te daría lo que pertenece a mi pueblo?
-Porque puedo sacarte de aquí y permitirte cumplir con tu misión... sí, soy consciente de ella.
- ¿Traicionas a los tuyos?
Al menos tendré un salvoconducto eterno a mi favor. Decídete, no tenemos tiempo que perder. ¡Te saco de aquí, me conduces hasta las reliquias de tu pueblo y todo el mundo está contento! ¿Entonces? ¿Vienes conmigo?
La elección parecía evidente, de un lado Al la Triste y un futuro más bien oscuro, del otro la libertad por el precio de algunas baratijas. Ya tendría oportunidad de matar a esta Helena más tarde.
-Acepto.
-¡Genial! Vamos a trabajar, guarda este disco contigo para comunicarnos, dijo registrando en su bolsa con su mano libre.
Sacó un cristal para calzarlo dentro de la celda sobre la cama en el interior. Unos segundos después la magia operó.
-Ahora podemos hacer el ruido que queremos, tu carcelero no observará nada.
Helena revolvió su bolso nuevamente para sacar esta vez un frasco de la talla de una pera. Puso un poco de su contenido sobre la parte inferior y superior del barrote. El líquido translúcido un poco viscoso royó el metal con facilidad y el Extranjero apenas tuvo que hacer un esfuerzo para quitarlos. Otra espectacular fuga del Equinocciano.
Algunos días más tarde, Helena y el Extranjero a bordo de un buque volante robado se acercaban a las ruinas de Caislean. Entonces temiendo hacerse notar, el buque se puso a buena distancia y ambos miembros de tripulación se aventuraron con destino al objetivo. Atravesaron el bosque denso hasta la orilla donde por fin las ruinas fueron visibles. En aquel momento el Extranjero se decidió a actuar. Ahora que estaba allí, por fin libre de los piratas, no le quedaba más que matar a Helena luego se pondría en contacto con los Métamagos para obtener nuevas órdenes. Dejó pasar a la joven mujer delante para poder atacarla por detrás. Fue allí dónde sintió un objeto puntiagudo en su espalda. Era Al la Triste, arma en mano.
-¿No quieres consultarlo antes con la almohada? Dijo la Almirante bromeando.
Helena sonreía satisfecha de su pequeña traición.
-Almirante, gracias por su intervención.
-Esto formaba parte de nuestro arreglo, ladrona.
-¿Ustedes tenían un arreglo? Se asombró el Extranjero.
Helena le envió una sonrisa que decía con su longitud cómo le había engañado.
-Evidentemente dijo.
La Almirante no es una idiota, se informó sobre ti y ella sabía que no contarías nada de los temas que hemos tocado. Entonces debíamos actuar de un modo indirecto contigo. Ña Almirante acudió a mis servicios y le agradezco por eso. Le propuse este plan: ganar tu confianza ayudándote a liberarte, luego una vez libre que nos conduzcas al lugar donde se encuentra el tesoro, esta ruina si no me engaño. La Almirante y el resto mal escondidos, hay que reconocerlo, nos siguieron para luego capturarte de nuevo. Esa parte ya esta echa.
-Bueno, entremos en estas ruinas y encontremos los tesoros que están encerrados allí, añadió la Almirante avisando a sus hombres para que esposaran a su "invitado". Vienes con nosotros, ni hablar de ir allá sin ti.
Poco tiempo después de la proeza, Al la triste, Helena y el Extranjero se hundía en el laberinto de pasillos bajo las ruinas de la antigua residencia de los Metamagos, poderosos magos Equinoccianos, desaparecido hace eones.
-No crean que les dire algo hembras humanas, ustedes no son nada para mí y...
Héléna se detuvo a abofetearle.
-Se precavido porque su sociedad es dirigida por mujeres justamente, entonces callate.
Sacó entonces un trapo antes de amordazar a su execrable compañero. Una vez silenciado la ladrona mostró el disco de cristal que utilizaban para hablar con él.
-Ya tenía un plan, jamás me voy sin asegurarme antes de que alcanzaré mis fines. Esto me permite hablar contigo por el pensamiento, pero también me permite comprender la lengua de una persona extranjera. Voy a poder leer todos los símbolos que están sobre estas paredes, dijo mostrando las grandes paredes de una sala en la cual se encontraban.
El tiempo pasó rápidamente dentro del complejo, y dos horas se desvanecieron. Helena llevaba la pequeña tropa siguiendo las indicaciones y los indicios diseminados por todas partes. Comprendía mejor el modo de pensar de los Equinoccianos. Su magia se basaba en las escrituras, visibles o no. El edificio era un verdadero queso Gruyere y muchas puertas eran visibles sólo después de manipulaciones particulares que sólo los equinoccianos, o alguien que conociera la lengua, podían comprender. Así es como llegó a resolver complejos enigmas y descubrir una sala vasta y en parte derrumbada.
-¡Creo que tengo algo amigos! Exclamó Helena brincando.
-¿Qué? Aquí no hay nada mas a parte de escombros, respondió la Almirante con la mirada perpleja.
-¿¡Que crees!? ¡Mira! Helena se acercó a una pared cubierta de polvo y frotó en una pequeña parte a la altura de la rodilla.
Había allí varias cerraduras dispuestas sobre diferentes puertas, como una serie de pequeñas cajas fuertes. Era un sueño para la joven ladrona que separó de su cinturón un tipo de llave de aspecto muy extraño.
-¡El asunto está en la bolsa Almirante!